Soy adicta a la lujuria, tengo síntomas.
El caso es que es tomarme una copa y oye, una se convierte en la niña del exorcista, en el doctor Jekyll y mister Hyde, en el monstruo de las galletas o vete tú a saber, depende del día y de cómo me coja el cuerpo, que más da, un lujo de registros, que ni la Bette Davis.
El jueves tuvimos la cena de amigas, simple, tranquila y agradable… hasta que la cosa se fue animando, porque me notaba yo suelta y a mi aire, y empezaron los cambios de registros al principio, que el lio gordo lo líe después. Me había puesto mis taconazos y mi mini- traje- arma secreta, de infarto tú, que para ponérmelo no veas , sudor, sangre, lágrimas y que para quitármelo ni me preocupo que seguro que amanezco vestida, total, no será la primera vez.
Cinco cócteles y dos botellas de champagne después tenia dificultar al andar, échale la culpa a los tacones, visión borrosa, échale la culpa a las lentillas, reacciones lentas, échale la culpa al cansancio y arrastraba las palabras al hablar, échale… uf, mejor me callo, pero el ruso lo pronunciaba divinamente. El alcohol había llegado a mi cerebro y eso sí que era un síntoma.
Y fue entrar en el garito y allí estaba él, entre todos, que fue cruzarse nuestras miradas y, nos caímos en gracia, la novedad oye es lo que tiene. Que si cómo te llamas. Que si quieres una copa (otra) que si qué ideal, que si que tensión sexual no resuelta…, un éxito tú, pero de confusión mental. Y otra copa más.
Y allí tan relajada me tenia entregada que, dada las copitas,respondía a los estímulos, y si no, pues también. Y que tenga cuidado, que yo soy de las que mimetizo con el ambiente, ni dignidad ni muy educada ni disciplina, que el tío tenía su rollo, lo que yo te diga, y yo el puntazo.
Y ya ves el peliculón, haber estudiado una carrera para acabar contándole tu vida al primero que se te cruza y ya metida en fregao mis secretos, que es lo peor, si ya, ¿que quieres? Se me puso el tío a tiro y alli que me tiré a los leones.
Y ahí es cuando ese momento de lucidez ,aparece en medio de la ebriedad aguda ,y antes de no poder recordar mañana mi participación en esa actividad potencialmente peligrosa que se avecina , es cuando me doy cuenta que el nivel de alcohol que recorre el interior de mi mini -traje disminuye mi nivel de exigencia para con los hombres. Un dramón.
Si hay que estar abierta a todo, lo sé, pero no pasarse, que una cosa es saludar porque el chico es mono y otra contarle tu vida mientras organizas mentalmente tu boda con él en las Vegas, que hay un término medio que es el que yo no tengo. Así que, metida en paranoia, me voy, mejor sola, pero eso sí, que el tío me acompañe al taxi, que lo cortes no quita lo caliente.
La mañana siguiente la tuve que afrontar con valentía y orfidal. Y con mentiras, que fue saltarme el whatsapp y querer morirme:
-«Hola wapa q fuert lo q me contaste anoche… Lo del secret…»
Wapa?, Fuert? Secret? Me suelta el colega, sin anestesia ni piedad. Sudor frío.
-«No, pero no entendiste, eso le pasó a una amiga mía. Je jejeje»
-«Si claro, que tú amiga eres tú…»
Fue de lo peor, que ni el «je je je»recurrido de esos mensajes que no sabes como terminar me salvó de la pérdida de mi currada dignidad.
Es lo que tiene la resaca de las confesiones sexuales en noches de borracheras.
Ya no salgo más. Propósito de enmienda.
PD : Dedicada a una persona que nadie conoce mejor que yo.