“Spoiler: Septiembre nunca te devuelve lo que promete”. Y es otra vez Septiembre.
Allá por el 1 de septiembre —que sigue siendo un día de este mes, solo que con menos días—, tú y yo (yo tan tú, tú tan yo) seguimos siendo ese desastre con corazón de verano. Decidimos que este año iba a ser nuestro y que, respetando cada quien su esfera de privacidad —en mi caso, la mía—, yo me iba a querer de verdad.
“Nada de fuegos artificiales para venirse lo que viene siendo arriba ni promesas imposibles; este año me conformo con no olvidarme de mí”, me repetí mientras miraba mi cuaderno nuevo —versión Wonderful Temu— como si fuera la biblia de mi nueva yo.
Solo una hoja en blanco de muchas, un café quemado (sin azúcar añadido, taza de corazoncitos, leche de nube) y un plan: Ser mi propia musa. Mi yo. Mi plan maravillosamente falso.
No me entiendo del todo, pero sí me quiero.
El intento épico: “El fresco de la mañana me susurró: ‘Todavía puedes” , Empecé a escribir: A lo Virginia Woolf, a lo dramática power. Una oda al brindis conmigo misma del : Septiembre como punto de partida. Y ni de salida.
Yo puse cara de “sí, claro”, allá que vamos, la misma con la que siempre digo que voy a ir al gimnasio y que no a los donuts.
Septiembre es ese terapeuta gratuito que solo sabe darte frases de calendario adornadas con hojitas secas y lunarcitos bonitos. Muy bonito… cero útil. Una auto estafa.
Prosigo:
Abrí el cuaderno y escribí:
- Amarme haciendo ejercicio a todo lo que dá. Probarme las deportivas.
- Aprender francés nivel susurrar bonjour al oído. Buscar a quién.
- Ganarme a mí misma en millones ahorrando. No voy a poder.
Hasta aquí todo perfecto. Un plan tan realista que ya sabía que no se iba a cumplir. - Tener salud (para que no me pese la conciencia). Gracias.
- No fumar, porque no fumo, pero así al menos sé que uno lo voy a tachar. De tangada.
- No llamar a mi ex…( a ninguno ) bueno, esa se puede impugnar. Impugnable.
Un plan tan épico, tan Crimen Perfecto, que hasta mi conciencia se rió en mi cara. Me autodestruyó.
El cuaderno, que juré llenar de metas, terminó siendo la biblia sagrada de mis excusas. Mi alter ego diabólico.
Mi malvada procrastinación “Es que septiembre siempre me susurra que hay tiempo” —me justifiqué mientras devoraba un donut a las tres de la tarde. Me da tiempo, me da tiempo… y no, no me da ni la vida.
Los días pasaron y el cuaderno, testigo prometido de mi renacer, de mi autoboicoteado yo, sinceramente… no sé ni dónde está.
Llegó el 15 de septiembre con la verdad en la cara: Ni una. Epifanías de un desastre con estilo. Angustia, dolo y culpa.
El gimnasio seguía siendo mito, mi francés se limitaba a decir croissant, y mi cuenta bancaria en las mismas , no he fumado, era la meta trampa y he llamado a todos mis ex. Un desastre.
Pero no importaba. Hoy he brindado con mi taza de café frío conmigo misma y me he dicho:
“Por las terceras oportunidades… y por saber que la vida siempre guarda septiembre para cuando decida volver a intentarlo”.
Nota aclaratoria: Cualquier coincidencia con la realidad es pura coincidencia queriendo sin querer.
Spoiler: Sigo esperando. Y el 20 de Septiembre es mi cumpleaños.